Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia

 



En vísperas de un nuevo 24 de marzo, al cumplirse 46 años del inicio de la última dictadura cívico-militar argentina, nos convocamos desde este espacio para conmemorar el golpe de estado genocida de 1976 y deseamos recordar en primer lugar a las y los 30.000 detenidos-desaparecidos, a las presas y los presos políticos, a los miles de compañeros y compañeras exiliados y sobrevivientes y reivindicamos nuevamente su militancia en organizaciones sociales, sindicales, estudiantiles y políticas.

Nos convocamos desde este espacio y festejamos nuevamente poder compartir con compañeras y compañeros el encuentro presencial en las calles, en las plazas y en los barrios con el recuerdo aún fresco de aquel último y multitudinario encuentro popular del 24 de marzo de 2019 previo a la pandemia.

En este 2022 nos proponemos reflexionar sobre dos consecuencias nefastas que tuvo la dictadura sobre la sociedad argentina y que hoy nuevamente son un tema de hondo pesar: el aumento sostenido de la pobreza y el severo endeudamiento externo. Ambos se tornaron en aquel entonces -y nuevamente hoy- en duros condicionantes y un pesado lastre para nuestra aún joven democracia. En sintonía con estas dos cuestiones, también debe mencionarse el constante aumento de la desigualdad que erosiona la cohesión social y socava el horizonte de justicia social.

Hace unos pocos días un grupo de intelectuales advertía que nos encontramos en una época “donde toda estabilidad se vuelve precaria y provisoria” y alentaba a la unidad partidaria para defender la democracia y los derechos humanos frente a los procesos económicos y sociales que atentan contra ellos.

No es casualidad entonces que un gobierno democrático que hizo del lema “acabar con el curro de los derechos humanos” sea el mismo que empeoró los índices de empleo, aumentó los índices de pobreza y endeudó al país con el FMI por más de 44.000 millones de dólares haciendo de ésta una deuda a todas luces impagable, al menos en los plazos convenidos, y a la vez un severo obstáculo para el desarrollo económico de nuestra patria que deberá asimismo asumir crecientes procesos de inclusión social.

En 1983, durante el inicio de la democracia, el presidente de aquel entonces sostuvo con toda claridad que “la defensa de los derechos humanos no se agota en la preservación de la vida, sino además también en el combate contra la miseria y la pobreza de nuestra Nación”. En este sentido, el golpe cívico militar no sólo vino a cortar de cuajo innumerables experiencias de organización popular sino que como sagazmente advirtiera Rodolfo Walsh, “en la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada”.

Festejamos cada segundo de esta imperfecta democracia, nos comprometemos con nuestra organización para su mejora y nos sumamos con profunda emoción a este indispensable ejercicio de memoria social y colectiva con la certeza de que no hay procesos sociales irreversibles y definitivos. Defendemos nuestra democracia y no olvidamos que aún hoy, a casi 39 años del fin de la dictadura, seguimos sufriendo las penosas secuelas de aquellos crímenes.

Alzamos hoy nuestra voz como en aquel entonces para repetir nunca más y volvemos a reafirmar, ante los que malintencionadamente dudan, son treinta mil.

 Juan Ignacio Arrieta



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