EVITA, EVITA O EVITA





                                    P
or Luis de Salvo. Secretario de Organización de CAP. 


Palabra o nombre?

No, mucho más!!!

Energía, potencia,  sentimiento, derecho, vida, paz, amor, lucha, llanto, camino, desafío, rebelión, libertad… Todo eso es EVITA

Hace 70 años que EVITA decidió quedarse eternamente con nosotros y qué decir de ella:

Hablar de sus orígenes en Los Toldos, con aquella atmósfera pueblerina de calles de tierra y lámparas de querosene. O de su adolescencia en Junín, en plena década infame, Evita fue la única en llevar un moño negro en el guardapolvo el día que murió el ex presidente Hipólito Yrigoyen.

Hablar de su extrema juventud, cuando se aventuró a probar suerte en la ciudad de Buenos Aires, dejando atrás dolorosas discriminaciones por haber sido una hija extramatrimonial, “bastarda” en el lenguaje estereotipado de algunas personas de la época. Venía de ser señalada con el dedo, pero eso no la paralizó y se entregó entonces a la audaz tarea de transitar el mundo artístico.

O pensarla en sus vivencias a partir del día que el destino la llevó a enamorarse de un carismático Coronel.

Pero no, nada de esto me satisface.

Entonces apareció en mi mente el recuerdo de la Evita provocadora, esa que mientras recorría en España El Escorial le murmuraba a su asistente: “que lindo edificio para hacer un gran jardín de infantes”. (No podía con su genio)

Otra posibilidad era pensar en la Eva que supo posicionarse en la centralidad política. La que con su prosa jacobina embistió contra las minorías oligárquicas de nuestro país, la que gravitó decisivamente en la redacción de los artículos de la reforma constitucional de 1949 referidos a la familia y la ancianidad, la que logró que las mujeres voten y sean votadas, y más, la que instó a la plena incorporación de la mujer a la militancia política, rompiendo muchas de las sólidas barreras de la sociedad patriarcal de entonces.

Quizá vaya por ahí la prosa para evocarla, pero hemos hablado tanto y tantas veces de todo esto. Y está bien, pero hoy quiero traer a  la Evita que se propuso humanizar todo aquello que la vida ofrece de inhumano en sus incontables encrucijadas.

La Evita que nos enseñó que “el amor alarga la mirada del pensamiento”. Esa mujer que cobijó, defendió y contuvo a madres solteras, ancianas y ancianos, niñes huérfanos e inválidos. La que ponía el cuerpo ante las enfermedades endémicas y abrazaba tuberculosos y leprosos. La que logró dibujar gigantescas sonrisas en el rostro de niñas y niños que recibían un juguete por primera vez en su vida. La que dignificó a tantísimas mujeres que pudieron incorporarse a la cultura del trabajo, empoderarse y adquirir independencia, a partir, por ejemplo, de una máquina de coser. La Evita que tanto aportó a la dignificación de la condición humana.

Si. Hoy quiero recordar a esa Eva. La que muestra su convicción enorme por asegurar la igualdad de oportunidades para acceder a los derechos.

Eva soñó y luchó por la democratización del bienestar general. Con sus virtudes y sus defectos, con sus profundas ternuras y sus impiadosos enojos, con su mirada desafiante, con su elegancia excepcional, con su particular rodete apretado y su retórica volcánica y entonces es, definitivamente, la Eva de todas, todos y todes, ícono de generaciones y de la cultura de masas de nuestro país.

Esa Eva que aprendimos a escuchar, a entender, a querer, para recordarnos diariamente que no se trata de limosnas, ni de dádivas, ni mucho menos de desigualdades que saben parir las sociedades meritocráticas: Se trata del derecho de tener derechos para acercarnos a la solidaridad, en tiempos de tanto individualismo.

Disfrutemos su presencia eternamente, como hoy a 70 años de su desaparición física y ojalá sea fuente inspiradora para corregir rumbos y poder responder a las necesidades de nuestro pueblo.

 

 


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